Sobre el amor y la muerte patrick suskind pdf gratis
De este modo, todos nos podemos reconocer en Orfeo, movido por el deseo de recuperar a su amada, anhelando unirse nuevamente a ella. Su aventura nos conmueve. Sin pedir a cambio, el que te hace libre. Te ama verdaderamente. A veces se tuerce por circunstancias ajenas o resiste y entonces…. A veces son bienvenidos los grandilocuentes temas expresados de modo sencillo. Buen momento para retomarlo, aunque sea brevemente.
Save my name, email, and website in this browser for the next time I comment. Sign in. Log into your account. Password recovery. Forgot your password? Slo por unos instantes se separaban, como asustados, y dirigan de pronto una mirada vaca a la ventanilla correspondiente, para, dos segundos ms tarde, como si no se hubieran visto haca meses, aproximarse con un movimiento brusco y volver a mirarse y besarse como si aquello fuera un milagro.
Ella se. Tipo poquita cosa, perfil bonito, cuello delgado, cabello abundante y suelto que temblaba cuando se rea, dientecitos brillantes y ojos vivaces. Un personaje horrible, de torpes movimientos, cuello grueso, crneo afeitado, anillo de plata en la oreja izquierda, piel llena de granos, nariz chata y una boca siempre semiabierta, de la que no se sacaba el chicle ni para besar. Todo observador objetivo tena que llegar a la conclusin de que la pequeita se mereca algo mejor que aquel espantoso granuja.
Ella pareca tener una opinin muy distinta. Slo brevemente interrumpa el jugueteo para avanzar hacia el semforo cuando ste cambiaba a verde. Luego otra vez no tena ojos ms que para l, recomenzaba el juego de la paloma y el palomo, y se arrimaba para dejarse besar y achuchar. Peor an: le coga la mano derecha y se iba metiendo aquellos dedos de salchicha, uno tras otro, entre los inmaculados dientes, para mordisquearlos y chuparlos, mientras l sumerga su garra izquierda en el esplendor del cabello castao de ella, enredando all, y sin duda haca presin tambin, hasta que la chica, obedeciendo a la presin o a su propio deseo, quin sabe, bajaba la cabeza y desapareca de mi campo visual, deslizndose lateralmente hacia las rodillas del chico, en donde segua ocupndose, lo que el granuja acusaba echando el crneo hacia atrs y agitando la pierna que le colgaba por la ventanilla, en cuyo pie llevaba una zapatilla de deporte sucia.
Entretanto el semforo haba vuelto a ponerse en verde, y detrs de m empezaron a tocar la bocina. Finalmente emergi la pequea, desmelenada y con el rostro radiante, se sent derecha en el asiento, y l, como tocaron la bocina de nuevo, gir sobre s mismo, volvi hacia m, que no haba tocado la bocina, su rostro masticador de chicle torcido en.
La chica pis el acelerador y sali disparada con chirrido de neumticos, justo antes de que el semforo se pusiera en rojo y obligara al resto de la fila a detenerse. Marido y mujer y mujer y marido tienden a la divinidad, se dice en La flauta mgica. Cantan ese himno al amor de Pamina y Papageno. Al final de la pera, Pamina, gracias al Eros, llega con su amado Tamino al Templo de la Sabidura; Papageno, cuyas ambiciones son ms tradicionales y que de su amada Papagena, aparte del placer fsico, espera todo lo ms un poco de compaa divertida, participar sin embargo en la felicidad divina y la inmortalidad, gracias a todo un tropel de jovencitos.
Todo eso est muy bien, y est totalmente de acuerdo con Platn. Pero cmo me preguntaba mientras, esperando con el semforo en rojo, segua con la vista el cruce de la acelerada pareja, cmo se las arreglar el Eros para inducir a esos dos a engendrar y alumbrar en lo bello? Bueno, pens, todava son jvenes, muy jvenes, no tienen veinte aos y, en consecuencia, son erticamente estpidos. Pero tambin ella, la pequeita, es corta de luces, tal como se demuestra de cuando en cuando.
Y los necios, segn Platn, no ansan lo bello y bueno, ni la felicidad divina, porque estn contentos de s mismos. Y tampoco los sabios lo ansan, porque lo tienen ya todo. Slo los que estn en medio, en el centro entre necios y sabios, t y yo por lo tanto y todos los dems que estn en este atasco y esperan pacientemente la prxima luz verde, se muestran receptivos a las flechas del Eros. Y, en el caso de lo que acaba de ocurrir en el Opel Omega de color caf con leche, no se trata por lo tanto de.
Unos das ms tarde estaba invitado a una cena bastante numerosa en una casa burguesa. En esas ocasiones suele haber un invitado de honor, por el que se va a la cena y al que se tiene oportunidad de conocer, lo que est bien, y es bonito y encomiable.
En aquella ocasin la invitada de honor era una pareja recin casada: ella, una mecenas de unos setenta aos, rubia y rellenita; l, de cincuenta y pocos, un coregrafo rumano, en otro tiempo bailarn de fama internacional, de pelo negro como la pez y columna vertebral admirablemente recta. Sobre los dos se haba podido leer ya esto o aquello en las columnas de cotilleo de los peridicos, en donde se hablaba principalmente, en tono sarcstico, del dinero de ella y la carrera de l, de los antiguos maridos de ella 5 y las mujeres de l 3 , de la diferencia de edad que los separaba 17 aos , etc.
Sin embargo, quien poda verlos ahora en persona quedaba inmediatamente convencido de que, en la relacin entre aquella pareja inslita, los clculos sociales o financieros no haban desempeado ningn papel decisivo, y s, en cambio, lo haba desempeado el Eros.
Durante toda la velada, los dos no slo no se perdan de vista, sino que tampoco se soltaban de la mano. Dependan el uno del otro como dos monitos jvenes, y parecan estar unidos como Filemn y Baucis. No daban la mano a los dems invitados para saludar, porque se mantenan cogidos de ambas manos. En el aperitivo de la veranda se sentaron juntos en un silln de mimbre, bebieron zumo de naranja del mismo vaso y mordisquearon un mismo palito salado. No se poda hablar con ninguno de ellos porque slo hablaban entre s, mejor dicho, cuchicheaban en un galimatas de francs, espaol y alemn, incomprensible para los extraos.
Cuando se pas a la mesa los invadi una gran inquietud, revolotearon excitados hacia la seora de la casa y le rogaron que cambiara la disposicin de los comensales, que prevea la separacin de las parejas. Se atendi su ruego y se los sent juntos.
Aproximaron tanto sus sillas que se sentaron. Sus miradas se entristecan cuando, forzosamente, tenan que apartarse un momento y dirigirse al plato; dos platos separados, de los que tena que comer cada uno totalmente solo, cuando hubieran preferido mucho ms comer juntos de un platito si es que coman, porque coman muy poco. Evidentemente, comer les pareca una torturadora prdida de tiempo y una distraccin superflua que les impeda saborear los ojos del otro y saciarse con su vista.
Antes de los postres llamaron un taxi, se levantaron enseguida, enviaron colectivamente un rpido saludo a la redonda y se fueron flotando confundidos, dejando en los invitados una sensacin de perplejidad y, sin duda tambin, de alivio. Es eso el verdadero amor? Una especie de embriaguez, sin duda. Una locura, con toda seguridad. Sin embargo, es la embriaguez ms noble que existe? Una locura que, inspirada por lo divino, lleva a lo divino?
No resulta fcil de creer En el verano de , un hombre de setenta y cinco aos, acompaado de su mujer y de su hija mayor, pasa tres semanas en el Grand Hotel Dolder de Zurich. Est casado desde hace cuarenta y cinco aos, es padre de seis hijos y un escritor mundialmente conocido. Unos das antes se ha celebrado su cumpleaos con gran pompa y participacin pblica; tiene que pronunciar discursos, escribir artculos, hacer frente a una enorme correspondencia, terminar una novela, recibir invitados, dar entrevistas.
El estado de la poltica mundial le preocupa, la guerra de Corea que acaba de declararse, la situacin cada vez ms difcil en los Estados Unidos, en donde vive en exilio; su mujer tiene que someterse a una operacin no exenta de riesgos, su hija toma morfina contra sus molestias biliares, l mismo se ve afligido por malestares de poca importancia, desde otitis a insomnio; en pocas palabras: es un hombre que tiene un montn de problemas y preocupaciones, y sin duda ni la menor intencin de dejarse arrastrar, y mucho menos a su edad, a aventuras erticas.
Sin embargo: una tarde, a la hora del t, en el jardn del hotel, es servido por un ayudante de camarero de diecinueve aos, de ondulado cabello castao, ojos castaos, manos finas, un cuello regordete y un rostro que de perfil no merece ser cantado pero, de frente gana infinitamente. El joven se llama Franzl, procede de una familia de posaderos de las orillas del lago Tegern, est recibiendo en el Dolder su formacin bsica y, cuarenta aos ms tarde, terminar su carrera como matre de banquetes en Nueva York.
No sospecha ni en sueos la conmocin que su figura, su aspecto y su voz suave, blanda, coloreada por el dialecto bvaro, provoca en el viejo escritor. Otra vez esto escribe en su diario, otra vez el amor, verse conmovido por un ser humano, por el profundo deseo de l desde haca veinticinco aos no haba aparecido y tena que ocurrirme otra vez.
Su propia fama mundial le parece de repente sin ningn peso, la preocupacin por su mujer enferma pasa a segundo plano, la poltica mundial y la guerra de Corea no desempean ya ningn papel. En cambio, es de extraordinaria importancia si, a la cena, ser el jefe de comedor italiano o bien ese Franzl quien servir la sopa de tomate; un momento de felicidad cuando puede cambiar con l unas palabras, cuando le da fuego o puede deslizarle cinco francos de propina por haberlo servido ayer tan amablemente y recibe a cambio una amistosa sonrisa.
No ocurre ms entre los dos, pero desde la maana a la noche y todava en sueos, los pensamientos del escritor giran en torno a aquel amor, al que muy en el sentido de Platn llama tambin el excitador o el cautivador. Se despierta a medianoche y le sobreviene, como observa a un tiempo con vergenza y orgullo, un poderoso apoderamiento y provocacin. Se vuelve cada vez ms nervioso, pierde la concentracin, es incapaz de trabajar, duerme todava peor que habitualmente, tiene que tomar valeriana y, como tranquilizante, leer a Adorno, lo que no le sirve de nada, porque para l todo est empapado y ensombrecido [] por una nostlgica tristeza por.
Entretanto su esposa ha sanado y dejan el hotel Dolder para reponerse unas semanas ms en Engadin. Sin embargo el aguijn del Eros est profundamente clavado, y el anciano no puede olvidar al mozalbete. El dolor que le causa se ha hecho ms profundo y fuerte, convirtindose en una tristeza general por mi vida y mi amor, escribe en su diario, y: Estoy prximo al deseo de morir, porque no soporto ms [] la aoranza de ese divino muchacho.
Trata de distraerse, observando desde la ventana de su habitacin del hotel a otros jvenes, sobre todo a un jugador de tenis, cuyas piernas de Hermes admira No le sirve de nada. Desesperado, aguarda una carta del ayudante de camarero Franzl. Le ha escrito con el pretexto de serle quiz de ayuda en su desarrollo profesional, y le ha dado su direccin. Cuando finalmente llega la carta un texto de agradecimiento de la mayor sencillez y convencionalismo, con pequeas faltas gramaticales, que culmina en una frase de trivialidad difcil de superar: Me ha alegrado mucho realmente que se haya acordado de m, el escritor mundialmente famoso, que figura entre los ms grandes estilistas de la lengua alemana, se siente profundamente conmovido y feliz.
La carta le causa una alegra continua, la conservar como una reliquia, sobre todo esa frase Me ha alegrado mucho realmente le ha encantado, todava meses ms tarde, mucho despus de haber vuelto a los Estados Unidos, deleitar con ella y no olvidar ya hasta el fin de sus das al joven que se la escribi sin pretender ni sospechar nada. Ha sido acogido en mi galera, anota, lo que quiere decir: en su panten imaginario, en el que se encuentran otros cuatro mozalbetes a los que debe las experiencias sentimentales centrales de su vida y a todos los cuales, de una forma o de otra, ha levantado un monumento en su obra y mediante ella.
Tambin el camarero tendr uno de esos monumentos o, mejor dicho: se convertir en el excitador artstico de la ltima obra del escritor. Excitador sexual sigue sindolo de todos modos hasta el fin. Un ao ms tarde, el anciano constata afligido que no es capaz ya de una masturbacin en regla; con ello, su vida sexual ha terminado.
Otra vez suea con su amado y se despide de l en sueos con un beso, que en la vida real nunca se hubiera atrevido a darle y que l nunca recibi. Esos tres ejemplos de amor y enamoramiento ilustran el anlisis de Platn de forma muy distinta. Platn hubiera relegado sin duda el comportamiento de los jvenes del Opel Omega a la esfera de lo animal, cuyo lugar de culto, en el mejor de los casos, podra ser la Casa de las Hetairas, pero nunca el Templo de Afrodita.
En el caso de la extraa pareja invitada a cenar, cabra temer que el Eros se agotara por completo en lo demencial. El amor del escritor por el ayudante de camarero, en cambio, cumple en mltiples aspectos los criterios de lo que era el Eros. Es como una embriaguez, ve y llama en la belleza del amado lo divino, tiende la longue a lo creador, y busca y encuentra la inmortalidad, concretamente en la obra del escritor.
Y, sin embargo, tenemos la sensacin de que tampoco puede ser as. Falta algo esencial si pensamos en lo que imaginamos, por vago e impreciso que sea, con el concepto de amor. No se trata de lo homoertico del caso Franzl hubiera podido ser igualmente Franziska, si las preferencias del escritor hubieran sido otras en el caso del Goethe anciano fue una Ulrike.
No, es la completa unilateralidad de ese amor y la renuncia muy consciente del escritor a hacer siquiera el intento de convertirlo en recproco. Y es que sabe muy bien que en tal caso tuviera o no xito su intento se revelara como una bagatela, una nada vaca Franzl no es precisamente un Alcibades y, lo que es ms importante, inservible para lo que real y nicamente importa al escritor: l mismo y su obra. Por mucho que sufra el anciano por la falta de realizacin de su amor, se resuelve rpida y decididamente a instrumentalizarlo, sea de una forma manual narcisista, sea por la va de.
A ello, naturalmente, no hay nada que oponer, sobre todo porque se trata de un escritor al que debemos lo ms conmovedor que se puede leer en la prosa alemana sobre el tema del Eros. Lo mismo que un prestidigitador no es necesariamente el ms indicado para ensearnos cmo cazar un conejo blanco, aunque sepa mostrarlo muy bien, la historia del escritor y el camarero no es la mejor para aprender qu cosa es el amor.
Sin embargo, algo ms podemos deducir de ella, lo mismo que de los otros dos ejemplos. En el enamoramiento y en el amor se manifiesta una buena porcin de estupidez. A este respecto, recomiendo leer las cartas de amor de uno mismo, con un alejamiento en el tiempo de unos veinte o treinta aos. Se le subirn los colores ante ese documentado desierto de necedad, soberbia, prepotencia y ceguedad: un contenido trivial, un estilo penoso. A uno le parece casi incomprensible que un ser humano, aunque slo sea medianamente inteligente, haya podido estar nunca en condiciones de sentir, pensar y escribir semejantes tonteras.
Evidentemente, si se es amable, es algo que se puede llamar infantil, digno de compasin e incluso conmovedor. Y, sin embargo, parece adecuado hablar de una estupidificacin temporal del ser humano por el amor. Sabido es que no se puede sostener una conversacin normal con un enamorado, y mucho menos sobre el objeto de su amor.
Las advertencias mejor intencionadas, argumentos irrefutables y observaciones evidentemente ciertas rebotan en un gran pero: Pero es que yo la quiero o lo quiero! Por eso no es raro que amistades de muchos aos o relaciones consolidadas se rompan.
Al que ama le da igual. Est dispuesto a renunciar a todo, salvo. Una mirada a la mirada de alguien que mira al amado basta para comprobarlo: esa mirada est vaca; como se dice con razn, entregada.
Todo lo que en otro tiempo haba en ella de ingenio, inteligencia, viveza, curiosidad y cuidado ha desaparecido. Lo que ha quedado es como en la mirada del transfigurado, que cree contemplar la divinidad expresin de la necedad ms pura. Ese fenmeno del entontecimiento por el amor no se limita por lo dems, en modo alguno, a la variante sexualmente teida. Lo encontramos con la misma frecuencia en el amor perruno de los padres a sus hijos descarriados, en el amor espiritual de las monjas a su esposo celestial por no hablar del amor de culto de los sbditos a la patria o al amado Fhrer.
El amor se paga siempre con la prdida de la sensatez, con el autosacrificio y la minora de edad resultante. El resultado es, en los casos inofensivos, la ridiculez; en el peor, una catstrofe poltica mundial.
Si el amor se basa en la reciprocidad, y por lo tanto tenemos que ver con una pareja de amantes, las consecuencias para el entorno prximo y el medio ambiente circundante son mucho menos peligrosas, porque la pareja se neutraliza a s misma, aunque desde el punto de vista humano y tico resulte absolutamente lamentable.
Las parejas enamoradas tienden con frecuencia al autismo en comn vase la pareja de la cena o a la arrogancia en comn vase la joven pareja del coche.
En ambos casos se extravan del mundo, sea porque, en su mutuo ensimismamiento, olvidan todo lo que los rodea, sea porque, en la exaltacin de su unicidad como pareja, desprecian el mundo y, a los dems seres humanos que no son presa de la santa locura del Eros, los consideran slo como imbciles a los que pueden mostrar su dedo apestoso.
Todo esto es extrao e irritante, porque sin embargo se considera al amor como lo mejor y ms bello que puede ofrecer el ser humano y que le puede acontecer, y porque, al parecer, lo capacita para lo ms grande y ms alto. Cmo puede resolverse esa apora? Cmo puede sentirse y. Es el amor en definitiva slo una enfermedad, y no la ms bella sino la ms espantosa que hay?
O es un veneno, y la dosis decide si resulta una bendicin o un desastre? El alma del hombre, dice Scrates, no es homognea sino tripartita, y la compara con un tiro de caballos, que podemos imaginarnos como un antiguo carro de combate, compuesto de dos corceles y un auriga. Ahora bien, mantener un vehculo as en la pista es de por s una acrobacia.
Sin embargo, se convierte en arriesgadsima aventura cuando, como ocurre con el tiro del alma, slo uno de los caballos es de noble carcter, inteligente y dcil, y el otro malo, salvaje y rebelde. Cuando adems entra en juego el Eros, el alma partida en tres comienza a amar y ve al amado, el irregular tiro pierde el control por completo. El mal corcel se lanza como un berserker y tiene que ser azotado y refrenado con violencia, con frecuencia y mucho tiempo, hasta que le duelen los flancos y le sangra la boca y, final mente, se somete humillado a la voluntad del auriga y, lo mismo que el corcel bueno, se acerca tmido y vacilante al amado.
En ste, cuando ha sido seducido y ganado, surge entonces un amor recproco, se deja tocar, besar y finalmente acostar en el lecho. Y slo entonces, dice Scrates, escribe Platn, tiene en el lecho comn el caballo desenfrenado del amante muchas cosas que decir al auriga y reclama un pequeo placer por sus muchos esfuerzos. Por cierto, segn Platn el alma es inmortal. Toda alma. Incluso aquella en la que el auriga es dbil y el caballo de la maldad marca la pauta.
Sin embargo, a sa no le concede el Eros ningn vuelo, lo mismo que tampoco a las almas que creen que pueden renunciar al amor. Tras la muerte, todas ellas van a una mazmorra subterrnea para hacer penitencia durante mil aos. Sin embargo, a las almas que en nuestra opinin no pueden ser muchas cuyos aurigas son suficientemente fuertes y sensatos, no dejan que el corcel malo tire de las riendas y, sin embargo, no se apartan del amor, sino que lo buscan y lo miran a los ojos, Eros.
Una parbola, sin embargo, que de forma totalmente inesperada nos lleva del tema del amor al de la muerte. Un tema la muerte? No es la muerte el antitema por excelencia? Por muy alegremente que se pueda hablar del amor, se puede decir muy poco sobre la muerte. Nos quita el habla. S, antes, en los buenos tiempos antiguos y antiqusimos, nos dicen, era distinto, la muerte era an comunicativa y afable, perteneca a la sociedad y la familia, no se evitaban las citas con ella y, aunque no fuera una buena amiga, se le hablaba al menos de t a t.
Eso ha cambiado fundamentalmente en el curso de los ltimos doscientos aos. La muerte se ha vuelto silenciosa y reclama silencio, y le damos de buena gana el gusto de callar, la matamos con nuestro silencio.
Y no porque no sepamos nada de ella sabido es que se no es un motivo para callar, no, es sencillamente porque, como es siempre negativa, una aguafiestas, una autntica perturbadora, con esa clase de gente no queremos tratarnos. Cmo es posible entonces que ese ser malhumorado y poco simptico se relacione con el Eros, sin duda loco pero ms bien inclinado a la alegra y el placer, y no como antpoda lo que al menos podra entenderse lgicamente sino como compinche?
Y cmo puede ser que la iniciativa de esa camaradera no proceda de Tnatos para eso la muerte es palurda y vanidosa sino del Eros mismo, el cautivador, el excitador que, al parecer, es el principio de todo impulso creativo? En el caso de Oscar Wilde, la hermosa princesa Salom se enamora de un fantico religioso, que es demasiado cobarde para mirarla siquierapero suficientemente ciego y valiente para desafiar la muerte al rechazarla; y entonces ella hace que lo decapiten, besa con deleite sus labios muertos que chorrean sangre y nos hace saber que el secreto del amor es mayor que el secreto de la muerte.
Ahora bien, quin es Salom? Sin embargo, tambin el viejo escritor del que hemos hablado, que saba mucho de los dos y era extraordinariamente inteligente, aproxima el amor a la muerte, desde luego en su obra, pero tambin en su vida. En medio de su enamoramiento habla como ya hemos dicho de la proximidad al deseo de morir.
Vive eternamente, excitador! Yo vivir algo an, har algo an y morir. Y t madurars tambin en tu profundo camino y un da perecers. Oh, vida inconcebible que se afirma en el amor. Sin embargo, que Tnatos se junte con Eros no slo ocurre, como aqu, en el momento de la despedida, de la renuncia, es decir de la pena de amor, sino que, como opina Stendhal al que, a pesar de su forma de ser recalentada y confusa, hay que considerar profundo conocedor de la materia, con el amor aparece, de forma completamente general, una relacin de despreocupacin con la muerte.
El verdadero amor escribe hace pensar en la muerte frecuente, levemente, sin espanto; la muerte se convierte en un simple trmino de comparacin, en el precio que hay que pagar por muchas cosas. Se entiende. Se entienden ambas posiciones: la que busca la muerte como nica liberacin posible de la insoportable pena de amor, y la, igualmente caballeresca, que acepta la muerte como riesgo necesario en la persecucin del objetivo ertico, sobre todo en tiempos y crisis en que puales y pistolas estaban a la orden del da.
No queremos considerar ninguna de esas posiciones como ejemplar y modlica, y estimamos que tanto una como otra son una aberracin sumamente lamentable del instinto ertico, al que atribuimos un carcter embriagador, incluso patolgico, pero, como queda dicho, podemos entenderlo igualmente, lo que quiere decir que somos capaces de ponernos en el lugar de las personas que se matan por penas de amor o que, por amor, se dejan matar.
Sin embargo, se llega a. Esa desdichada liaison como sabemos por la Historia de la muerte de Philippe Aris aparece ya a principios del siglo XVI, cuando, por primera vez en el arte plstico, la danse macabre medieval y castamente sombra se convierte en una lasciva danse rotique. Posteriormente, el fenmeno cobra necrofilia y luego antes an de Sade rasgos sdicos, extendindose a la literatura.
Se inventa el mito de la ereccin del ahorcado, que es una simple bobada; la lengua francesa produce el concepto de la petite morte como sinnimo del orgasmo, lo que a primera vista suena original y bonito aunque originalmente tuviera tambin intencin irnica , pero a la segunda ojeada resulta absolutamente inadecuado; y finalmente, en el siglo XIX, en el que tantas cosas adquieren una madurez podrida, el amor a la muerte y la muerte por amor culminan en lo exttico: los Himnos a la noche de Novalis no son otra cosa que un exaltado poema amoroso a la muerte, y al otro extremo del romanticismo Las flores del mal difunden de forma tan verista como barroca su acre olor venreo a cadver.
Aspira el olor a muerto como un perfume afrodisaco, escribe sobre Baudelaire Anatole France. Kleist, en sus ltimas cartas, con el suicidio claramente a la vista, estallaba literalmente de alegra y excitacin ertica. Durante meses busc una mujer que estuviera dispuesta a morir con l. Finalmente encontr una que era suficientemente enferma, depresiva y estpida para dejarse arrastrar entusiasmada, la mujer de un pequeo funcionario Es difcil imaginar lo mediocre, triste y religiosamente extraviada que era una vida que esperaba que morir de un tiro fuese la culminacin de la existencia!
Ella le escribe papelitos arrebatados, l le escribe unas cartas de amor tan hermosas como apenas existen en alemn. Se arrodilla maana. A su prima, que era hasta entonces su favorita, le escribe ocho das antes de su muerte prevista una especie de carta de disculpa, en la que le pide comprensin por el hecho de que haya encontrado a otra concretamente la esposa del funcionario a la que ama ms: Podr servirte de consuelo que te diga que nunca te hubiera cambiado por esa amiga si ella slo hubiera querido vivir conmigo?
Sin embargo, por desgracia por desgracia, la prima haba rechazado repetidas veces su propuesta de morir con l, mientras que la otra amiga idolatrada se mostr enseguida dispuesta, lo que no puedo decirte con qu fuerza inefable e irresistible me atrajo a su pecho. Un remolino de felicidad nunca sentida se haba apoderado de l, y no puedo negar as concluye que su tumba me parece preferible a los lechos de todas las emperatrices del mundo, no sin aadir an un breve saludo en el que desea a su querida amiga, es decir, la prima, que Dios la llame tambin pronto a ese mundo mejor en donde todos, con el amor del ngel, podremos estrecharnos mutuamente contra nuestro corazn Adis.
Se ha reprochado a Goethe su observacin de que Kleist cuyo genio, por otra parte, no subestimaba le haba hecho sentir siempre estremecimiento y repugnancia. Y cmo no? Es cierto que el suicidio de Werther no es del mismo tipo que el de Kleist. Werther se mata, se sacrifica, por su amada, como l dice, porque se le veda poder vivir con ella o por lo menos as lo cree. Kleist en cambio, durante toda su vida, se siente fascinado por el.
Y, sin embargo, hay semejanzas entre la carta de despedida imaginada de Werther a Lotte y las ltimas cartas de Kleist a su prima y a su hermana, que naturalmente no son prosa simplemente comunicativa sino literatura del ms alto nivel. Lo mismo que, en general, todo el hecho, con su planificacin y escenificacin perfectas, su documentacin literaria y su efecto calculado en el pblico, tiene algo de horriblemente organizado, incluso sit venia verbo puede calificarse de opus magnum de Kleist.
Werther confiesa al fin y al cabo que en su corazn se desliz furiosa la idea de no matarse a s mismo sino a Albert, el marido de Lotte, o incluso a la propia Lotte, porque uno de los tres tena que desaparecer. No ofrece evidentemente la opcin de ir a la muerte con ella, pero muere con clara conciencia de que, mediante su propia muerte, ella ser suya para siempre, de forma que l slo la preceder, y aguardar en el otro mundo a que ella llegue.
Entonces, segn escribe, volar hacia ti y te tomar en mis brazos y permanecer contigo ante lo Infinito en un abrazo eterno. El erotismo suicida de Kleist no est ya lejos Al viejo Goethe no le gustaba que le recordaran nada semejante.
Aunque en otro tiempo su fama se basara en ella, incluy Las desventuras del joven Werther entre las obras que rechazaba, y llam idiotas y caracteres dbiles a los jvenes entusiastas que se quitaban la vida, diciendo que no merecan otra cosa que aquella muerte insensata. No es de extraar, pues, que alguien como Kleist, que no tena nada de dbil, lo molestara; y resulta sospechoso que, pronto, no rechazara slo al autor sino tambin toda su obra como brbaras bobadas, porque los reproches a que estaba expuesto Kleist, y a los que finalmente l mismo se dej arrastrar sin reservas, no le eran ni le siguieron siendo ajenos en absoluto.
Muchos aos ms tarde haca tiempo que Kleist haba muerto, Goethe escribe uno de sus poemas ms famosos, que public en Y convierte en metfora una imagen que durante toda su vida lo fascin: la de la mariposa que, irresistiblemente atrada por la llama de la vela, se precipita a la muerte. Sita la metfora en un cuadro oscuro y acogedor de relaciones altamente erticas En frescas noches de amor en que, engendrado, engendraste, sentiste un raro temblor cuando la vela avivaste.
No te quedas ya encerrado en la sombra tenebrosa, te sientes arrebatado hacia una unin ms hermosa. No hay distancia que te aleje, vienes volando hechizado y, aunque la luz te protege, mariposa, te has quemado.
Goethe, en lo que se refiere a la publicacin de algunos poemas, era sumamente reservado; prefera encerrar sus tesoros ntimos en un cajn y slo los sacaba para declamarlos ante personas escogidas. Resulta sorprendente que muchos sonetos venecianos, elegas romanas, el diario y otros escritos erticos parecidos permanecieran en un cajn, mientras que el poema que acabo de citar poda aparecer en una calendario biedermeier para seoras, ya que se trata, con gran diferencia, del ms escandaloso, y su autor es mucho ms radical que el Kleist tachado de brbaro.
Es verdad que donde Kleist, claramente y por una sola va, sigue su escarpado camino, Goethe, aparentemente para suavizar la cosa, deja al mismo tiempo vas de escape en la interpretacin, religiosa, metamorfolgica o epistemolgica; y donde Kleist abre heridas, excita y se comporta estridentemente, Goethe nos arrulla con su plenitud de armonas y su aire de serena sabidura de la edad, para apartarnos de la terrible fascinacin que, como a Kleist, le preocupa: la nostalgia ertica de la muerte A Richard Wagner se le menciona menos a ese respecto.
En Tristn e Isolda, ni la multitud de armonas ni las palabras o la trama pueden ocultar la msalliance. La ambigedad reina ya en el primer comps de la obertura. En el primer acto se administra un elixir de muerte que resulta ser un elixir de amor; en el segundo, la noche de amor se convierte. Kleist, el 21 de noviembre de , en una altura situada a orillas del pequeo lago Wann, junto a Potsdam, necesit menos tiempo.
Cincuenta pasos haba dado segn declar a la polica una criada de la posada prxima, cincuenta pasos despus de or el primer disparo y pensar: Esos extranjeros! Se divierten con sus armas de fuego, antes de que se oyera el segundo disparo.
Sin duda eso es menos de un minuto. Kleist necesit ese tiempo para convencerse de la muerte de su acompaante uno vacila en escribir su amada, a la que haba disparado bajo el pecho izquierdo, entre las costillas, en pleno corazn, recostarla quiz todava yaca sobre la espalda, sonriendo contenta , tirar la pistola disparada, coger otra recin montada para mayor seguridad haba cogido tres , arrodillarse entre las piernas de la mujer y dispararse una bala en el cerebro a travs de la boca Al comienzo de la historia de los que no quieren aceptar la muerte a causa del amor est Orfeo.
Hubo otros que, vivos, se atrevieron a echar una ojeada o dar un paseo por el mundo de sombras del Hades, pero ninguno que, como Orfeo, fuera al Reino de los Muertos para exigir el regreso a la vida de su amada muerta. Adems de ese morceau de bravoure no totalmente conseguido, se atribuyen a Orfeo una serie de. Es el padre primigenio de la cancin lrica, el arte de las palabras y los sonidos; su canto era hermoso ms all de toda ponderacin, porque encantaba y calmaba no slo a las personas sino tambin a los animales, las plantas e incluso la naturaleza inanimada y los elementos.
Simplemente por el poder de su arte, consigui, al menos temporalmente, civilizar, adecentar y hacer amable un mundo imprevisible, salvaje y violento. Pasa por ser el patrocinador del matrimonio y, curiosamente, tambin del amor a los muchachos y el inventor de la magia.
Su culto se extendi desde la Tracia, por todo el mundo griego y luego romano, convirtindose en una verdadera religin. Hasta el final del mundo antiguo, incluso en la alta Edad Media, el prestigio de Orfeo fue tan inmenso que los primeros difusores del cristianismo no pudieron menos de aprovecharse de su popularidad y atribuir a Jess una parte de su culto como, por ejemplo, el del Buen Pastor , adoptndolo en su propia religin No sin poner de relieve, evidentemente, que el culto a Orfeo era un culto idoltrico primitivo, que Jess superaba a Orfeo en todos los aspectos, tambin como cantor cuyas canciones haban ahuyentado para siempre a los demonios y otros semidioses y subdioses, y amansado a la ms salvaje de las fieras, es decir, a los hombres, a los que haba devuelto al cielo.
Adems, no slo haba desafiado a la muerte sino que la haba vencido realmente, en su propio nombre y al mismo tiempo en representacin de toda la Humanidad no se conformaba con menos, por no hablar de los muertos que, dicho sea de paso y a diferencia de Orfeo, con xito, haba devuelto a la vida.
Nos permitimos sealar que con independencia del xito las tres resurrecciones de Jess de Nazaret de que hablan los Evangelios no pueden compararse, en nuestra opinin, con la hazaa gloriosamente fracasada de Orfeo de Tracia, ni en audacia ni en fuerza potica o mitolgica. Sirva de ejemplo y prueba el caso de Lzaro, la resurreccin ms detalladamente descrita y conocida de Jess.
Se desarrolla as:. Dos seoras, amigas de Jess, envan a buscarlo; su hermano Lzaro yace enfermo y quisieran que Jess fuera y lo sanara.
Qu hace Jess? Al principio no va. Dice: Esta enfermedad no es para muerte, mas por gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Se comporta digamos para ser justos: segn el evangelista Juan de forma no distinta a la de cualquier dirigente poltico de tiempos recientes y recientsimos, cuando se enfrenta con un acontecimiento que se produce inesperadamente y no es agradable: trata, de forma refleja, de aprovechar ese acontecimiento a su favor y obtener un provecho propagandstico.
El que Jess deje que un enfermo guarde cama y sufra es de importancia secundaria. Es mucho ms importante cmo se pone en escena la salvacin del enfermo del modo pblicamente ms efectivo, aumentado as el prestigio de uno y fortaleciendo a su partido. Jess lo hace de la forma ms extrema, francamente brutal. Aguarda a que Lzaro haya muerto y dice a sus seguidores que se alegra de no haber estado antes con ellos, concretamente, como dice: Porque creis.
Slo entonces se dirige con toda calma, con su squito, al pueblo de Lzaro, al que llega con cuatro das de retraso. Las dos seoras, llamadas Marta y Mara, se sienten comprensiblemente decepcionadas: Seor, si hubieras estado aqu dicen, no fuera muerto nuestro hermano. Jess toma la observacin como un delito de lesa majestad, se enfurece e increpa a las dos ante la multitud entristecida, dicindoles que no deben llorar ni lamentarse, sino creer, y concretamente en l, como Hijo de Dios para el que nada es imposible.
Entonces ordena que lo lleven a la tumba, no sin hacer en el camino algo emotivo, concretamente derramar unas lgrimas ante todos, lo que inmediatamente tiene en el pblico el xito deseado.
Mirad cmo lo amaba, murmura la multitud. Llegado junto a la tumba, una especie de caverna cerrada con una losa, Jess ordena: Quitad la piedra! Desecha la objecin de una de las hermanas en el sentido de que sera mejor dejarlo estar, porque el muerto lleva ya cuatro das y hiede; de nuevo la increpa, dicindole que cierre la boca y.
Eso dice. Ha llegado el momento decisivo. La muchedumbre contiene el aliento. Se ve cmo, al principio, mira a la oscura caverna y luego vuelve la vista esperanzada hacia Jess, se ve cmo seguidores y adversarios tambin stos estn presentes aguzan el odo y sacan el estilete para que no se les escape ninguna palabra del Maestro y ningn detalle deje de ser recogido El relato de Juan se lee como un reportaje a posteriori, se tiene la impresin de presenciar un espectculo meditico de nuestros das y slo faltan las cmaras de televisin.
Entonces, primer plano de Jess: antes de pasar a los hechos, prepara el momento dramatrgicamente culminante, aumentando an ms la expectacin mediante un tiempo de espera y difundiendo al mismo tiempo su mensaje con una franqueza abierta que revela su finalidad propagandstica. Levanta los ojos hacia Dios en los cielos, a quien llama padre, y dice: Padre, gracias te hago que me has odo. Que yo saba que siempre me oyes, mas por causa de la compaa que est arredor lo dije, para que crean que t me has enviado.
Y slo luego dirige la mirada a la caverna y grita con una gran voz: Lzaro, ven fuera! Y el pobre tipo, con la cabeza y los miembros envueltos en trapos funerarios y oliendo ya, sale tambalendose de su tumba a la resplandeciente luz del da y tiene que aparecer ante la muchedumbre boquiabierta. Desatadlo dice Jess secamente y dejadlo ir.
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